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12Mar

El aparato que cuenta palabras para acabar con el fracaso escolar

fracaso escolar

¿Un aparato que mida las palabras que se intercambian padres e hijos? ¿Por qué puede hacer falta semejante artilugio? Pues existe y lo están probando en Rhode Island, EEUU, donde los padres tienen como deberes hablar con sus hijos. Triste, ¿no? Pues ahí está el riesgo de tanta tecnología y tanta televisión, de la falta de energía de padres y madres machacados en el trabajo, de la comodidad de no responder a tanto por qué de los niños. Y es así como se les va matando su curiosidad.

Observar lo que pasa en EEUU en asuntos educativos siempre es bueno porque suele ser un país muy extremo. Seremos capaces de encontrar las iniciativas más interesantes –ya hemos hablado aquí de la hora de programación— pero también problemas que, espero, todavía no hayan llegado aquí.

La idea de medir las palabras se basa en una iniciativa que nació en Chicago: 30 millones de palabras, basada en estudios científicos que demuestran la influencia del número de palabras que intercambia un niño en cómo se va construyendo ese cerebro, cómo se van afianzando las autopistas y las carreteras secundarias del neuroaprendizaje. Una manera de prevenir el fracaso escolar. Se dieron cuenta de que en casas con menos recursos económicos, los padres hablaban menos con los niños y que podía ser una de las razones del círculo vicioso de la educación donde los hijos de familias más pudientes lo hacen mejor que los niños de los que menos tienen. Como tituló la revista el Economist un artículo sobre el asunto: Al principio, fue la palabra. Cuanto más hablamos con ellos, cuanto más vocabulario usamos, mejor se va construyendo su cerebro.

Así que en Rhode Island decidieron animar a los padres y medir esas palabras con un aparato. De promedio, en una casa de clase media, un niño escucha de 20.000 a 30.000 palabras. Incluidas, claro, las conversaciones que no les atañen –pero todos los padres sabemos que tienen el oído puesto muchas veces–. Así que cuando los niños llegan a los tres años, los expertos han calculado que en las casas con menos recursos han escuchado 30 millones de palabras menos. Cuando se tienen varios trabajos malpagados, cuando no se tiene dinero para comprar juguetes, cuando no se tiene energía, las conversaciones con los más pequeños suelen ser menos. Como dice en un artículo del Atlantic, hay menos excusas para hablar de los elefantes cuando no se tienen ni cuentos ni peluches de elefantes.

Ha sido la fundación Bloomberg la que ha dado dinero para extender el experimento de las Conversaciones de Providence, que así se llama el programa. No se trata solo de medir las palabras, también se asesora a esos padres sobre la importancia del vocabulario y se les pide que lean cuentos a los niños cada noche. Ahora mismo, hay 75 familias en la fase piloto y la prestigiosa universidad de Brown es la encargada de evaluar los resultados con el objetivo de evitar el fracaso escolar.

En Smartick somos tan conscientes de la importancia de un buen vocabulario que nos centramos mucho en el enunciado de los problemas para mejorar, también, la comprensión lectora. Esperemos que nuestros padres Smartick hablen mucho con sus hijos.  Y, una de las conversaciones, puede ser sobre la importancia de las matemáticas y lo bien que viene hacer Smartick para su futuro. Porque sabemos que los hay encantados de hacerlo todos los días y también los que necesitan que se les empuje un poco. De las dos clases tengo en mi casa.

Para seguir aprendiendo:

La diversión es la forma favorita de aprender de nuestro cerebro
Diane Ackerman
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Berta González de Vega

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