No todo el mundo sabe que, en Suecia, país que se toma como referencia del Estado de Bienestar, existe el cheque escolar: el Estado le da a cada familia una cantidad de dinero por cada hijo y ellos deciden en qué colegio se lo van a gastar. Los hay públicos y privados. El dinero estatal garantiza que se paga hasta el 85% de la factura del colegio. Es un sistema que tiene detractores y fervorosos admiradores, bueno o malo, lo que posibilita es que haya cadenas de colegios que se permiten hacer innovaciones radicales. Es el caso de Vittra. Según explica ABC en esta noticia, esta empresa ha abierto el primer colegio donde se ha acabado con el concepto de aula. Y, dicho así, de pronto, no me lo imagino. Todos tenemos en mente llegar a una clase, sentarnos en nuestro sitio e incluso enfadarnos cuando nos cambiaban. Le pasa a mi hijo mayor estos días. No está cómodo con sus compañeros de mesa. ¿Eso es bueno o malo? Yo no lo veo mal, al fin y al cabo, en la vida va a estar muchas veces cerca de gente que no tienen por qué caerle bien, aunque no se monte nunca en un crucero. Se trata de adiestrar sus habilidades sociales.
¿Cómo funcionarán en este cole de Suecia donde proclaman que lo prioritario son las zonas comunes como las que tienen en empresas como Lego o Google? Ellos mantienen que en esas zonas de intercambio se potencia la creatividad. No lo sé. Así, a bote pronto, me imagino un patio con niños enganchados a sus portátiles y no me parece la escena más idílica del mundo. Hay ideas que esbozan que sí nos parecen atractivas: “Trabajar digitalmente nos permite que el mundo sea una plataforma de aprendizaje”. En eso sí que estamos nosotros. Os dejamos los enlaces al cole sueco a ver qué tal os parece.
PD: Curiosamente, puede darse la paradoja de que en estos colegios avanzados suecos acaben como en los africanos rurales, donde apenas hay clases y se juntan niños de todas las edades en la misma clase. Cosas que ocurren en este mundo fascinante.
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Es también corredor maratoniano y bético de nacimiento. Sabe de esfuerzos y retos. Fue un niño sin televisión en casa, que aprendió alemán a marchas forzadas para entrar en el Colegio Alemán. Además, domina el holandés, inglés y francés. Es padre de Bárbara y Nicolás. No hay ni que escribirlo, pero sí: los dos hacen Smartick.
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