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12Jun

Resolución de conflictos: técnicas y ejemplos prácticos para trabajar con niños

¿Quién no ha visto a sus hijos discutiendo por un juguete o reclamando tener razón por tal o cual circunstancia (cuando, en realidad, había razones de peso para no tenerla)? La gestión de los conflictos no es solo una cosa de adultos, por eso es importante ocuparnos de enseñar, desde temprano, las habilidades que permiten abordarla de manera competente.

Pero proporcionar a los niños herramientas de resolución de conflictos implica comprometerse con una visión integral: emociones, asertividad y, en lo que respecta a la parte técnica, trabajar la forma no solo de proponer soluciones, sino de evaluarlas para la obtención del mayor beneficio.

La resolución de conflictos es un asunto de diseño, pero también de juicio. Su aprendizaje refuerza la autoestima, cultiva su gusto por la cooperación y el respeto, y les muestra a nuestros hijos qué significa pensar con rigor. Este es un ejemplo, además, de cómo el pensamiento crítico trasciende el ámbito escolar, ofreciendo una suerte de “andamio” para el quehacer que, como decía Ortega y Gasset, define esencialmente nuestra vida.

¿Qué es un conflicto?

En un entorno infantil, los conflictos se pueden expresar de muchas maneras. En términos generales, podríamos definir un conflicto como la comunicación de una contradicción, y la contradicción, en última instancia, como una negación. En este sentido, los conflictos no fortalecen la seguridad, sino que la disuelven, en la medida que se dispone, como mínimo, de dos alternativas que apuntan en direcciones diferentes. La resolución de conflictos implica mediar en ese momento de incertidumbre e inseguridad.

Así, en esa situación una pregunta se repite: ¿Qué dirección seguir? Lo cual no es, ni mucho menos, un fallo ni un fracaso, sino una oportunidad para “enlazar” de nuevo, es decir, para explorar las circunstancias y recrear de nuevo el conjunto de expectativas. En cierto modo, ¿no se trata de eso cuando se trabaja con niños en el reconocimiento de sus emociones, el valor de ser asertivos y la importancia de buscar de soluciones colaborativas? ¿No es eso lo que hacemos cuando enseñamos a observar sus emociones y controlarlas? La resolución de conflictos, a este respecto, es también una oportunidad de aprendizaje.

Resolución de conflictos
Imagen de Pexels

 

No obstante, es importante recordar que las contradicciones son alarmas que, activadas, tienen la función de abrir una ventana hacia la inmunización del sistema, por decirlo así. Dicho de otro modo: los seres humanos no nos hacemos fuertes socialmente hablando en ausencia de negaciones, sino con ayuda de la negación, del mismo modo que no nos protegemos evitando los cambios, sino con ayuda de los cambios.

Cuando tratamos con niños, ninguna disciplina posee la exclusiva acerca de cómo abordar los conflictos; cada una posee su repertorio técnico y sus objetivos, aunque pueda haber zonas de confluencia. Lo que sí sabemos es que la resolución de conflictos, bien dirigida, puede marcar un antes y un después muy positivo en las capacidades de quienes polemizan para afrontar mejor otros conflictos futuros.

Conflictos y tipos de diálogo

Desde la filosofía y la teoría de la argumentación, autores como Walton, Krabbe y Blair han elaborado teorías que observan nuestras prácticas argumentativas desde la perspectiva de los diálogos, “es decir, como intercambios comunicacionales en los que los participantes actúan siguiendo reglas, convenciones o expectativas, con el fin compartido de pasar de un estado inicial a un estado final” (Marraud: 2021).

Se trataría, entonces, de que los niños aprendan que cuando nos comunicamos con los demás incurrimos en ciertos compromisos; que según el “juego de diálogo” en el que estemos participando, los objetivos, tanto generales como particulares, serán diferentes; y que no todos los intercambios comunicativos tienen en su origen el mismo desajuste ni proporcionan los mismos beneficios. En cuanto a los conflictos, como observamos en la siguiente tabla basada en Walton & Krabbe, aparecen integrados en varios de los tipos de diálogo identificados por la teoría.

Tabla con algunos tipos de diálogo. Resolución de conflictos.
Algunos tipos de diálogo que se integran en procesos de resolución de conflictos.

 

Por supuesto, este no es un enfoque psicológico, sino pragmático y crítico. De ahí que una de las variables a tener en cuenta en todos los tipos de diálogo, ya comentados aquí, sean los compromisos proposicionales. Hay múltiples formas de incurrir o asumir compromisos. Por ejemplo, cuando alguien hace una afirmación o cuestiona una afirmación expresada por su interlocutor. Por decirlo así, los compromisos proposicionales están en el corazón de la resolución de conflictos de naturaleza dialógica.

En la resolución de conflictos, es fundamental conocer qué estrategias son las mejores para conducir el conflicto hacia buen término.
Ejercicio de Smartick Thinking para trabajar los tipos de diálogo.

 

Como recuerdan Walton y Krabbe, tú te comprometes con P (una proposición) cuando afirmas P, luego estás “obligado” a aplicar un conjunto de estrategias dialógicas parciales como, por ejemplo, defender P, no negar P, proveer evidencia para P, probar P, argumentar a favor de P, etc. Los conflictos dialógicos disparan la necesidad de aplicar estas estrategias.

Por eso, el objetivo educativo será enseñar a los niños que, en un intercambio comunicativo, y ante una propuesta de carácter proposicional, hay múltiples “estrategias parciales” con las que hablante y oyente pueden intervenir para comprobar la fiabilidad de la proposición afirmada, sus valores de verdad o falsedad, la aceptabilidad de sus consecuencias, etc.

Resolución de conflictos en el aula

Entre los conflictos que se pueden dar en un aula, también los inducidos por debates organizados y dirigidos por el profesorado, encontramos los desacuerdos epistémicos. Los desacuerdos epistémicos aparecen cuando se ponen de manifiesto, como decíamos antes, posiciones divergentes e incompatibles sobre un mismo tema. Son muy frecuentes, y los encontramos integrados en todo proceso de resolución de conflictos. Pueden referirse a creencias que mantenemos, a nuestros valores, a lo que aceptamos como verdadero, o bien a nuestras preferencias.

Resolución de conflictos
Imagen de Pexels

 

Un niño A de 9 años le dice a otro B de la misma edad: “A nuestra edad, todos los niños deberían tener teléfono móvil”. Y B responde: “A nuestra edad, no”. Ahí tenemos un desacuerdo. ¿Cómo seguir correctamente? Que los más pequeños aprendan cómo resolver problemas de este tipo es uno de los objetivos del aprendizaje basado en el pensamiento crítico.

En realidad, se trata de proporcionar técnicas de mediación -o técnicas de resolución de problemas- no estrictamente psicológicas. El hecho a evitar es que las dinámicas en torno a la resolución de conflictos se ajusten al objetivo del tipo de conflicto que articula el diálogo, bien sea llegar a un acuerdo o bien ganar la disputa mediante razones, por poner dos ejemplos.

Conflictos, asertividad y gestión emocional

Por supuesto, para abordar ese proceso los niños deben aprender a ser asertivos. Sabemos que la comunicación asertiva está condicionada por varias disposiciones asociadas al pensamiento crítico, disposiciones que podemos denominar “virtudes epistémicas” o “intelectuales”, como la claridad (en la expresión de ideas), el autocontrol (de la impulsividad), la confianza (en las propias capacidades) o la responsabilidad (ante la información que uno proporciona o el punto de vista que adopta). Todas ellas refuerzan la comunicación no violenta, que es el extremo a evitar en cualquier diálogo polémico o proceso de resolución de conflictos.

Daniel Goleman, autor del célebre libro titulado "Inteligencia emocional".
Por World Economic Forum – Flickr: Daniel Goleman – World Economic Forum Annual Meeting 2011

 

En cuanto al control de la propia impulsividad, todos sabemos de su importancia; especialmente desde el éxito mediático de las obras de Goleman. Recordemos: “En el núcleo de toda emoción intensa subyace un impulso a la acción y por esto resulta fundamental el dominio de los impulsos para el desarrollo de la inteligencia emocional […]; [en una situación de conflicto] las capacidades de escuchar, pensar y hablar con claridad se ven claramente mermadas y es por ese mismo motivo por lo que el hecho de tranquilizarse constituye un paso absolutamente necesario sin el cual no puede existir el menor progreso en la resolución del problema en cuestión” (Goleman: 1996).

Según Goleman, existen muchas técnicas de autocontrol, como ponerse en el lugar del otro. Pero conseguir este autocontrol emocional no es fácil: necesitamos, por ejemplo, enseñar a los más pequeños a controlar los pensamientos negativos sobre la persona con la que están en conflicto, “a darse cuenta de que no tienen por qué creer en ellos y a hacer el esfuerzo deliberado de buscar argumentos o perspectivas que permitan cuestionarlos”. Pues tales pensamientos negativos “constituyen el desencadenante del desbordamiento emocional” y un obstáculo para la resolución de conflictos.

Asimismo, es bueno que aprendan a escuchar de manera no defensiva. “La actitud defensiva -observa Goleman- se manifiesta en la forma en que el sujeto ignora o rechaza las quejas del otro, reaccionando como si se tratara de un ataque en lugar de un intento de arreglar las cosas”.

Es necesario, por tanto, escuchar de manera activa, y para ello es útil “reflejar”, un método basado en reformular las demandas o ideas de la persona con quien estás en conflicto “con tus propias palabras tratando de expresar no sólo los pensamientos sino también los sentimientos subyacentes implicados. Luego, este reflejo debe ser contrastado para asegurarse de que es adecuado y, en caso contrario, repetirlo de nuevo hasta conseguirlo”.

Resolución de conflictos
Imagen de Pexels

 

Como señala Goleman, el desarrollo de las habilidades socioemocionales en edades tempranas puede reducir problemas como la ansiedad y la depresión, dependientes de un miedo excesivo, una mala gestión del perfeccionismo, por ejemplo; o incluso “problemas de atención o de razonamiento”, como la incapacidad para prestar atención, el exceso de nerviosismo -con lo que ello conlleva-, por ejemplo, en cuanto a limitaciones en la concentración y, en consecuencia, el bajo rendimiento académico.

Es muy probable, por tanto, que el autocontrol emocional favorezca la autoconfianza -y la asertividad derivada de ella- y con ello conceda a los más pequeños ese tiempo de impasse tan necesario para poder pensar antes de actuar en un proceso de resolución de conflictos.

Obstáculos en la resolución de conflictos

De acuerdo con lo dicho, sin duda alguna, dos factores que pueden bloquear las capacidades de los más pequeños para resolver conflictos es la falta de respeto, por un lado, y el acto de perder la razón, es decir, adoptar comportamientos que faciliten el paso del diálogo a la pelea. Pero también es importante tanto saber conducirse en el diálogo con las preguntas adecuadas, conforme a las estrategias parciales citadas antes, como saber reconocer cuándo, en el juego de dar y pedir razones, las que nos dan son buenas razones.

En todo proceso de resolución de conflictos, las buenas razones son una exigencia, pues de ellas depende que logremos justificar nuestra opinión, nuestras ideas. En Smartick Thinking se ha querido dar cuenta de los marcos teóricos más reconocidos a este respecto, elaborando una propuesta acerca de las buenas razones que recoge cuatro criterios: aceptabilidad, relevancia, suficiencia y claridad.

A continuación se pueden ver dos ejemplos. Nuestro propósito, en este sentido, es que los niños aprendan a distinguir estas cualidades en las razones que les puedan ofrecer y, en consecuencia, comprendan que esas buenas razones son la llave que abre el conflicto para llevar el diálogo a otra fase: el de las soluciones.

Resolución de conflictos

Ejercicio de Smartick Thinking para trabajar las buenas razones. Resolución de conflictos.

 

Conclusión

Estos son solo algunos ejemplos del espacio de aprendizaje diseñado en torno a Smartick | Thinking 🧩. Nuestra aspiración, con ellos, es mostrar a los más pequeños cómo desenvolverse bien a través del desarrollo exhaustivo de sus habilidades.

Formar parte de un proceso de resolución de conflictos, y además que su participación sea de calidad, implica no solo el autocontrol emocional, sino también pensar con claridad, evaluar las razones en juego, y conocer cómo moverse adecuadamente en el diálogo propiciado por el conflicto.

Al ocuparnos de potenciar estas competencias desde la infancia, ofrecemos a nuestros hijos un repertorio de herramientas que trasciende el espacio cerrado del aula. Educar en la resolución de conflictos es enseñarles a resolver problemas y tomar buenas decisiones, algo que es clave en lo que respecta a su presente y su futuro.

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Antonio Hidalgo

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