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02Jun

Sentido crítico: cómo enseñar a los niños a pensar con autonomía, criterio y sensatez

Seguramente, ningún filósofo se ha interesado tanto como Nietzsche por lo que él mismo llamaba el “pathos de la distancia”. Se trataba de una especie de disposición a mirar con atención las cosas, tomarse tiempo antes de tomar una decisión o aceptar aquello que más te apetece hacer o decir; pensar cuidadosamente. Uno, dos, tres pasos hacia atrás, como el saltador de altura antes de correr hasta el instante de la batida.

El sentido crítico es el pathos de la distancia nietzscheano: una disposición personal, una actitud, que facilita que nuestros hijos se orienten en el mundo de manera autónoma y con un criterio propio.

Nuestros hijos dan señales de ese pathos cuando se preguntan por qué el cielo es azul o qué motiva a un personaje de cuento a actuar de una manera y no de otra. Sabemos de la importancia de convertir esa curiosidad en un hábito: es lo que permite que nuestros hijos aquilaten su confianza en formular preguntas, examinar lo que observan, comparar y contrastar información. Así se forja su sentido crítico. Ahora te explicamos cómo.

Qué es el sentido crítico

Ahora bien, el pathos de la distancia no se aplica como una receta: es el resultado de un entrenamiento. De la educación. Nuestros hijos necesitan ser acompañados para que, poco a poco, sean capaces de aplicar las habilidades que asociamos a espíritu crítico. Porque no se trata de convencerles para que piensen de una forma u otra, sino de enseñarles a pensar. Y eso requiere desarrollar ciertas habilidades como la de interpretar, analizar, inferir, evaluar y autoobservarse, que ya destacamos aquí al hablar de pensamiento crítico.

Tener un criterio propio con el que tratar la información y contrastar distintas versiones acerca de un mismo hecho, es una función del sentido crítico; y lo es también, por ejemplo, tener un criterio de elección que les permita, antes de tomar una decisión, ponderar las razones a favor o en contra.

El sentido crítico se presenta, por tanto, como una especie de bisagra entre, por un lado, la mentalidad abierta y, por otro, la sensatez. La primera te predispone a tener en cuenta diferentes posibilidades -alternativas, hipótesis, opiniones-, pero también a rectificar y autocorregirte, mientras que la segunda te prepara contra la impulsividad y el dejarse llevar por las presiones externas, venga estas de donde vengan.

Sentido crítico y toma de decisiones

Sin duda alguna, ese balance adecuado entre apertura de mente y autocontrol es una conquista que requiere tiempo y práctica, pero, como padres, es seguro que preferiremos que nuestros hijos tomen decisiones sin carecer ni de una ni de otro. Tomar decisiones significa ordenar la incertidumbre, esto es: recopilar datos, interpretarlos, extraer consecuencias y evaluarlas una vez proyectados los distintos escenarios; en definitiva, todo un juego de habilidades que conforman la base del sentido crítico.

Por eso hay que aprovechar cualquier indecisión de nuestros hijos y convertirla en una oportunidad de aprendizaje. No se enseña a afrontar los errores sin miedo proporcionando soluciones ni animando a repetir patrones, sino ayudando a comprender que el error forma parte del ejercicio de tomar decisiones, y que, como tal, no es sino una pista sobre cómo mejorar en la siguiente elección.

Es una labor conseguir que la indecisión se exprese, desde la confianza en las propias habilidades epistémicas, como una sensata y elegante suspensión del juicio (la conocida epokhé de los escépticos) contra lo que en otra ocasión denominamos “factores de irracionalidad de nuestras decisiones”: la precipitación, la estrechez, la dispersión y la confusión. Ahí radica la función, en el fondo, del sentido crítico.

Sentido crítico y sensatez

Aunque se traduce como “prudente”, el phronismós de Aristóteles es, en realidad, el tipo humano de la sensatez. Definido por él mismo, quien se presenta como “excelente en la deliberación”. Aristóteles, que elabora esa figura en el contexto de su reflexión ética y las virtudes prácticas, es plenamente consciente de que la acción humana está dominada por la contingencia, lo cual quiere decir que, cuando se trata de tomar decisiones, no hay reglas universales como en las matemáticas.

Las circunstancias varían, y solo una cuidadosa reflexión puede conducir la acción tan alejada del exceso como del defecto -los dos extremos que cualquier persona sensata debe evitar-. De acuerdo con esto, el phronismós está dotado de un gran sentido crítico: lo necesita para resolver la incógnita que acompaña esa pregunta que se repite, sea un niño o un adulto: ¿Qué hacer ahora?

Que nuestros hijos aprendan a deliberar bien no es fácil, pero los frutos que obtenemos de ello son fundamentales en la configuración de su personalidad. ¿Queremos hijos que estén dispuestos a revisar sus propias ideas y actos con honestidad? ¿Queremos que estén abiertos a la autocrítica? ¿Queremos que sean autónomos y sepan dar forma, desde esa autonomía, a su libertad?

Imagen de iStock

 

Necesitamos, entonces, construir su sentido crítico en un proceso de aprendizaje gradual y continuo, en el que se desarrollen habilidades apropiadas, tanto de carácter técnico como disposicional o práctico. La honestidad intelectual no se forja aprendiendo solo contenidos, pero de ella depende que nuestros hijos traten las ideas que manejan con suficiente rigor.

Sentido crítico y razonamiento lógico

En cuanto a las habilidades técnicas, no cabe duda de que la relacionada con el razonamiento ocupa un lugar importante. Es interesante recordar que la palabra griego “lógos”, que traducimos como “razón” y estuvo, desde el principio, asociada a nuestras destrezas intelectuales, procede de légein, una palabra que se refería originalmente a la recogida de hierba. Así, pensar es reunir ideas, darles una coherencia interna, construir con ellas otra cosa: un argumento. Y aquí vuelve a ser central el sentido crítico, pues su carencia es condición suficiente para que nuestros hijos no sean capaces ni de construir buenos argumentos ni de evaluar aquellos con los que deban vérselas.

El sentido crítico debe no solo permitirles reconocer la diferencia entre una deducción, una inducción o una abducción, sino también identificar las falacias -o incorrecciones argumentativas- que se cometen con ellos.

Smartick Thinking

Thinking es el proyecto de Smartick que tiene como objetivo fomentar el sentido crítico en los más pequeños, a través de un aprendizaje progresivo basado en las habilidades y disposiciones clásicamente asociadas al denominado Critical Thinking.

Se trata de ejercicios académicamente fundados que permiten a nuestros hijos, por ejemplo, aprender a tratar la información, controlar el proceso de toma de decisiones, resolver dilemas morales, interiorizar el orden del pensamiento bien construido mediante juegos de lógica e iniciarse en los procesos de conceptualización o la argumentación. Para ello se interviene desde diferentes frentes, siempre primando la variedad de estímulos y su complejidad progresiva.

Sentido crítico. Diálogo con Socra-Tick de Thinking centrado en la idea de buenas razones.

  • Ejercicios de evaluación de consecuencias.

Ejercicio de Smartick Thinking diseñado para entrenar a tomar decisiones distinguiendo entre pros y contras. Clave en el desarrollo del sentido crítico.

  • Juegos de lógica utilizando diagramas de Venn.

Sentido crítico. Diagrama de Venn de un ejercicio de Smartick.

  • Reconocimiento de falacias informales, como la falacia ad populum.

Ejercicio de Thinking en el que se trabaja la falacia ad populum, clave para desarrollar un buen sentido crítico.

Conclusión

Estos son solo algunos ejemplos del espacio de aprendizaje diseñado en torno a Smartick | Thinking 🧩. Nuestra aspiración, con ellos, es mostrar a los más pequeños cómo desenvolverse bien a través del desarrollo exhaustivo de sus habilidades. Tener sentido crítico implica pensar con claridad, elegir con criterio, actuar con sensatez y aprovechar cada experiencia como un paso más en la configuración de la propia personalidad.

Al ocuparnos de potenciar estas competencias desde la infancia, ofrecemos a nuestros hijos un repertorio de herramientas que trasciende el espacio cerrado del aula, y al mismo tiempo, ayuda a trabajar en ella con más destreza. Educar en el sentido crítico es mostrarles la importancia de saber utilizar su libertad de elegir, ganar en fortaleza para afrontar los posibles errores, y no perder nunca la pasión por aprender.

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Antonio Hidalgo

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