El ejercicio físico regular tiene múltiples ventajas para la salud, de ahí que sea aconsejable (y necesario) realizarlo. Los beneficios tienen lugar no solo a nivel físico, sino también a nivel psicológico, ya que afecta a las sustancias químicas que alteran el estado de ánimo. Se ha comprobado que la terapia física puede actuar como antidepresivo en algunas personas y puede acelerar el proceso de recuperación en individuos que han sufrido lesiones o apoplejías cerebrales. Además, al parecer, el ejercicio tiene otra cualidad favorable: hace que el cerebro aprenda mejor. Probablemente, estos efectos positivos del ejercicio físico demostrados en adultos, tengan lugar también en el cerebro de los niños (Blakemore y Frith, 2011).
Como con el ejercicio se aumenta la capacidad de los glóbulos para absorber oxígeno, se mejoran no solo las funciones muscular, pulmonar y cardiaca, sino también la cerebral. Los cambios biológicos que se producen fruto de la actividad física, potencian la producción de ciertos neurotransmisores en el cerebro (serotonina, norepinefrina o dopamina). Por explicarlo de un modo muy sencillo, estas sustancias son las responsables de la activación de las neuronas y, por tanto, contribuyen a la estimulación neuronal y a la formación de nuevas sinapsis o conexiones neuronales. Estas conexiones sinápticas son la base del aprendizaje.
Un estudio realizado en el Reino Unido demostró que, cuando los niños hacían cinco minutos de ejercicios sencillos antes de una clase (como mover los brazos o saltar en el sitio), estaban más motivados y asimilaban los materiales de forma más eficiente que cuando no hacían ejercicio (ver Blakemore y Frith, 2011). La actividad física aumenta el flujo de sangre en el cerebro, por lo que se agudizan los sentidos, mejora la concentración y el estado de ánimo.
Entender cómo la actividad física puede contribuir al funcionamiento de las capacidades cognitivas es fundamental para que niños y adultos desarrollen hábitos de vida saludables. Se debe promover el ejercicio físico desde la infancia, tanto en casa como en el colegio. Es fácil hacerlo, por ejemplo, animándoles a participar en deportes que les motiven, utilizando menos el coche y más las bicicletas, etc. Además, la actividad física les ayuda a conocer cómo funciona su cuerpo y, si se realiza en grupo, a desarrollar habilidades sociales tan importantes como la capacidad de trabajo en equipo.
Referencias:
- Blakemore, S.J. y Frith,U. (2011). Cómo aprende el cerebro. Las claves para la educación. Barcelona: Ariel
Para seguir aprendiendo:
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