Cuando uno tiene hijos, es inevitable que empiece a construir castillos en el aire sobre su futuro. No sirve de nada, pero es un destino al que se suele ir la cabeza de los padres. Es el juego de preguntarles qué quieren ser de mayores. Los clásicos son recurrentes: granjeros, bomberos, policías, algún médico, abogado y paleontólogo para buscar restos de dinosaurios. Puede parecer un simple juego, pero no lo es tanto.
Es cierto que no conviene proyectar en ellos ambiciones frustradas de los progenitores, pero hay muchos estudios que determinan que las expectativas que tengan los padres sobre sus hijos son fundamentales para el futuro de los niños.
Simplificando: es mucho más factible que un hijo tenga éxito académico si sus padres esperan de él que lo tenga. No si le presionan, si se le castiga o se le premia por las notas, sólo por algo tan simple como tener confianza en él, en su trabajo, en su esfuerzo y en nuestra labor de padres.
Acorde con las expectativas, debe ir nuestro apoyo para potenciar y mejorar sus capacidades. Una manera muy eficaz puede ser darles la oportunidad de que realicen Smartick diariamente. Que nunca nos quedemos con la duda de qué hubiera sido de nuestros hijos si hubieran entendido bien las matemáticas desde el principio.
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Malagueño, es ingeniero industrial por la Universidad de Málaga, tiene un MBA por Insead y es emprendedor Endeavor.
Es el responsable de desarrollo de producto y de que encajen todas las piezas del puzle de Smartick.
Su tiempo libre se lo dedica a sus dos hijas, estudiar, hacer deporte y escuchar flamenco.
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Estoy de acuerdo aunque hay una línea muy fina entre exigir a los niños y volcar las frustraciones propias en ellos.
Cuanta razón tienes, es inevitable tener expectativas sobre lo que harán nuestros hijos en el futuro. Yo de momento tengo claro que hago lo imposible para que entiendan las matemáticas gracias a Smartick.