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16Abr

Tecnología educativa: El test de Christodoulou

Portada del libro de Christodoulou. Tecnología educativa.
Imagen sacada de la página web de Daisy Christodoulou

 

Diez años después de grandes promesas de la tecnología educativa, ¿qué ha sido de ellas? ¿Ha sido el tiempo un filtro suficiente? Daisy Christodoulou se ha labrado una reputación en Reino Unido como ensayista sobre educación, divulgando enfoques avalados por la práctica y la evidencia más científica, siendo ponente en ocasiones de los congresos de ResearchEd, organización que pretende acercar a la práctica educativa los enfoques más investigados por la academia.

Su libro Siete mitos sobre la educación desmontaba creencias que se daban por buenas y que, en algunos casos, incluso podían estar dañando las expectativas de los alumnos. Lo hacía con la garantía que proporciona saber que ha sido docente en un aula y con puestos de responsabilidad en colegios.

Después de ese libro, vino Profesores vs tecnología, todavía sin traducción al español, donde empieza contando que llevamos más de un siglo profetizando cambios en la educación por la tecnología, con la famosa cita de Edison con la que vaticina que los niños aprenderían con películas y no con libros. En él, la ensayista adopta una postura alejada del maniqueísmo, no exenta de crítica hacia la venta de humo y rigurosa a la hora de evaluar qué tecnología puede ser de verdadera ayuda tanto a los alumnos como a  los profesores. Por eso, en Smartick estamos muy orgullosos de que aparezca una referencia a nuestro método.

La manera de comprobar qué tecnología educativa funciona

La británica proporciona un test al final del volumen para que los docentes o los padres sepan evaluar qué tecnología educativa aporta o no. Previamente, nos ha enseñado que el invento de la pizarra en clase, en el siglo XIX, puede considerarse una tecnología que el paso del tiempo ha probado como eficaz, aunque haya evolucionado. De hecho, fue lo que hizo posible las clases más numerosas.

Estas, según ella, son las preguntas que conviene hacerse en ese test para saber qué tecnología es la más eficaz para mejorar la educación. 

  • Si la metodología habla de enseñanza personalizada, ¿cómo lo hace?
    1. Basándose en estilos de aprendizaje. NO
    2. Son los alumnos los que eligen en qué trabajar. NO
    3. Se adapta a las respuestas de los alumnos en una sesión planificada. SÍ
  • ¿Qué contenido enseña? ¿Quién lo ha diseñado? ¿En qué evidencias se basa?
  • ¿Cómo ayuda a afianzar los conocimientos?
  • ¿Es capaz de mitigar las distracciones?
  • ¿Está diseñado para usarla de manera independiente o integrada en el temario escolar?
  • ¿Necesita mucha formación para usarse bien?
  • ¿Qué pasa si los estudiantes fallan?
  • ¿Con qué frecuencia debe usarse?
  • ¿Cómo se presentan los datos?
  • ¿Qué evidencia existe de que funciona?

Nosotros creemos que Smartick contesta a las preguntas que plantea de una manera concluyente para establecer que sí somos una metodología que usa la tecnología educativa con eficacia y sentido. En nuestro caso, en matemáticas y en lectura.

En uno de los ejemplos más gráficos del libro, la autora cita a Daniel Willingham cuando habla de la efectividad de hacer proyectos de historia en PowerPoint. Lo importante es el contenido sobre el que se quiere trabajar pero, si se manda que se haga en PowerPoint, se corre el riesgo de que los alumnos investiguen y pasen más tiempo viendo las posibilidades de la herramienta que distintas fuentes del asunto que tienen que investigar.

Sencillo de usar pero tecnología educativa compleja

A lo largo del libro, Christodoulou insistirá en que la pregunta a hacerse es qué se hace con las pantallas y con la tecnología. En la página 165, habla de metodologías eficaces para las familias y es ahí cuando destaca un “programa online adaptativo diseñado para que niños de cuatro a 14 años trabajen 15 minutos al día. En esos 15 minutos, es posible que los estudiantes contesten y reciban feedback de docenas de preguntas diseñadas para estar en el nivel preciso de entendimiento”. Y ahí, con una nota, remite a la bibliografía en la que está nuestra web.

“La ventaja de estos sistemas es la simplicidad. Utilizan una tecnología compleja, pero a la vez están diseñados para que sean muy sencillos de usar para los alumnos y los padres y los profesores tienen muy claro cómo deben usarse”, explica. Smartick, desde los inicios, tuvo claro que debería tener una algoritmia sofisticada para que nos adaptáramos a cada alumno y, a la vez, una usabilidad sencilla, atractiva para el niño. El objetivo es que no se distraiga con lo que no es importante, que son los ejercicios de matemáticas y de lectura y, a la vez, tener cierta gamificación para motivarle, un feeback inmediato para ver cómo ha hecho el ejercicio y dar la posibilidad de corregir.

Los padres y los profesores, además, continúa la autora, pueden ver con facilidad qué tal han ido las sesiones de los alumnos. Eso es lo que hacemos en Smartick cuando mandamos un correo con los resultados o tenemos la pestaña de la web de padres en la que pueden ver cómo lo está haciendo por semanas o meses. “Estos sistemas son fáciles de usar porque, a la vez, proporcionan contenido y adaptabilidad”, describe Christodoulou.

Hay que tener en cuenta, además, que la calidad de los maestros no es idéntica en todas las aulas. Incluso en el mismo colegio, explica, la efectividad de los profesores es distinta. Ahí, un método tecnológico eficaz ayudaría de una manera clara. Además, estamos viendo que en distintas partes del mundo empieza a haber problemas de reclutamiento de profesores. En Gran Bretaña, por ejemplo, se ha sabido que están formando a profesores de educación física para que sean capaces de enseñar matemáticas.

La ciencia de aprender y la tecnología educativa

Antes de llegar a los sistemas concretos, la autora aborda cómo se aprende. Es algo que no suelen tener en cuenta muchos métodos, no han estudiado a fondo cómo aprende el cerebro. Y, como hiciera en el anterior libro, concluye que no se aprende solo, aunque se tenga mucha curiosidad. Además, recuerda:

  1. Para resolver problemas debemos tener unos conocimientos previos. Por eso, Smartick parte de un test de entrada y escala poco a poco el contenido, además de proponer sesiones que repasan y focalizarse en áreas donde el alumno falla más, como si fuera un entrenamiento personalizado. No es lo mismo entrenar sin saber qué entrenar que hacerlo de una forma organizada en las áreas de mejora. Con el deporte se entiende mejor: cualquier deportista de élite plantea unos entrenamientos para mejorar aspectos de su juego que sabe que necesita practicar.
  2. La actividad mental tiene que dirigirse en la dirección adecuada. En una época de distracción y falta de atención, hay que ser capaz de mantenerse focalizado.
  3. La instrucción directa tiene que ser interactiva, pero estructurada y con una guía. Implica muchas preguntas y respuestas, revisiones y repeticiones y oportunidades para practicar. Justo es lo que hacemos en Smartick, ser un cocinero perfecto del plato de matemáticas y de lectura que precisa reforzar cada niño, teniendo un diagnóstico preciso proporcionado a diario por cada sesión.

Tecnología educativa para personalizar 

Lo ideal sería ser capaz de obtener los beneficios de una tutoría individualizada sin los costes de una clase particular. El problema es definir qué personalización. Qué se le deja elegir al alumno y qué no.

Por ejemplo, los alumnos, en diversas investigaciones, demuestran no estar preparados para tomar las mejores decisiones sobre lo que precisan aprender y a qué nivel trabajar en ello. Precisamente porque no son profesores. En diversos experimentos se ve que los alumnos que peor lo hacen en una prueba son los que más tienden a sobreestimar su capacidad.

Si los profesores tuvieran un tiempo ilimitado, estarían encantados de saber qué necesita reforzar cada alumno. Los mejores métodos son pues los que se adaptan a las respuestas que ha dado cada alumno y eso es precisamente lo que hacemos en Smartick, en matemáticas, con una experiencia ya de una década, y en lectura desde hace tres años. Son estos programas, dice Christodoulou, los que demuestran tener mayor potencial. Su fortaleza está en enfocarse en pequeños trozos de contenido para asegurar que se han aprendido.

Cita la autora a E.D. Hirsch: «Darles a los niños la ventaja de usar la tecnología significa no sólo que tengan acceso a la tecnología, también es asegurarnos de que tengan el conocimiento necesario para que puedan hacer un uso efectivo de la misma».  O, en nuestro caso, darles una herramienta que se usa un tiempo limitado, que les da cocinada la mejor sesión de matemáticas y de lectura que se adapta a su nivel.

No es la tecnología educativa versus la educación tradicional, es qué tecnología hace mejor la educación.

Nos quedamos con una de sus últimas frases del libro: «Los métodos adaptativos pueden proporcionar una enseñanza más personalizada, los algoritmos que plantean repeticiones espaciadas pueden hacer más fácil que se creen conocimientos en la memoria de largo plazo y los usos más sofisticados de los datos pueden hacer que los deberes tengan más sentido y sean más precisos». Nosotros llevamos una década en esto.

Para seguir aprendiendo:

La diversión es la forma favorita de aprender de nuestro cerebro
Diane Ackerman
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Berta González de Vega

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